Cuando los días
lloran estériles...
anegados por una marea
de plástico y recuerdo,
nace la diosa
de los adioses...
enclaustrada en las tardes
de su ocio,
No es París,
la ciudad del amor
y del derroche...
es tu mano generosa
desasida al fragor de la distancia,
quien revierte
en su pecho generoso...
el sabor de la luz, y de la noche.