A Fabiana Mercado...
En el sendero de la locura caminó
el poeta con la rosa del amor aromada de llanto,
por un amor que quiso tanto
y que un día pasado en silencio perdió.
Caminaba un día por la senda que ilumina
el sol dorado de la solitaria tarde;
—el sol de estío de esos días arde
sobre la sombra del pobre soñador que camina —,
y era aquel sendero el camino a la gruta vacía
de la amarga soledad, soledad importuna
que apaga los resplandores del día
y deja cautiva a la pálida y silenciosa luna.
Su paso avanzaba, paso firme y fuerte,
sobre camino olvidado sembrado de flores;
murmullos lejanos, cantar de ruiseñores
oía el poeta, lejanos, al río que vierte
en el alma el sueño intranquilo del ultramar perdido,
sueño infragante que augura
el dolor ardiente que perdura
como el sempiterno cristal del olvido.
Miró el poeta los campos eternos, lejanos,
y se sentó a la orilla a ver la tarde caer
y dijo: los campos marchitos de ensueños ufanos
brotan como ríos en el alma para la mar volver.
—Era un ocaso de abril sereno y radiante,
que sintió la esperanza en el corazón bruñir,
sintió la angustia del corazón salir
y perderse en los jardines como fantasma errante.