Dulce CastaƱeda

Querido amado

Te amo. 

Te amo a las 4 de la madrugada y a las 12 del mediodía. Te amo a mis 16, 17 y 18 años, con ternura y agonía. Te amo con toda el alma y con toda mi vida. Te amo más allá de mis sueños y melancolía. Te amo durante mis ataques de pánico y alegría.

 

Te amo de una manera que me irrita la piel, que me hace hervir la sangre y me carcome el ser.
Te amo desde la tarde soleada del 2016 en que te vi por primera vez, hasta el día de hoy en que pensé en tu risa al atardecer.


Te amo cuando te enojas, blasfemas, gritas, me dices que me aborreces y besas mis mejillas con toda la furia oculta que tienes para destrozar el mundo.


Te amo porque me encanta dialogar contigo y perderme en el paraíso de tus ojos.
Te amo por tu intelecto, sabiduría, locura y hasta por el narcisismo que despliegas con dulzura.


Te amo más allá de cualquier barrera universal.
Te amo insoportablemente; de una forma caprichosa, de una manera indescifrable, de un modo exorbitante.

Te amo porque decido amarte cada día al anochecer, que es cuando me pongo a repasar los capítulos de nuestras aventuras, a ver las fotos de nuestras locuras y a reír por las cicatrices que dejaron nuestras travesuras.

Te amo por tu recuerdo, que parece presente porque siempre está conmigo. Te amo por tu presente, que parece tortura porque no estoy contigo.