En el silencio
había mil respuestas
para nosotros.
Fuimos a él,
buscamos sus palabras,
estremeciéndonos.
Eran caricias,
con versos y poemas
casi olvidados.
Nos convencieron
y fuimos de su mano
hasta el cuaderno.
Allí dejamos
la sed de nuestros labios
incandescente.
También quedaron
los versos caducados
y ya marchitos.
De aquel silencio
volvimos renovados
de paz y amor.
Paz en las almas
repletas de sonrisas
y de alegría.
El corazón
latiendo, desbocado
y enamorado.
Rafael Sánchez Ortega ©
20/01/20