La bruma... inunda hoy
mi alma de melancolía,
desnuda la frente,
el corazón dichoso,
la lengua aleve.
Nada me requiere,
nadie...
en su donaire
me licita.
Salvo los almendros
levemente anacarados,
de un Abril ceniciento...
que apenas sueña
en su cordura,
que nunca llora...
en las tupidas
primaveras inconexas,
de sus desasosegadas...
y quebradizas horas.