Hay una mujer al final del túnel que me está esperando y abre sus brazos para recibirme, desde lejos la miro mientras los rayos de luz se van colando por sus costados vacíos, aturdido por el ruido de la ciudad me siento confundido aunque sigo caminando aludido.
El tímido calor comienza acariciarme el rostro, voy a medio camino el túnel, esa imagen grata me va elevando suavemente, voy siento el regocijo de alejarme de este sitio retorcido de olores putrefactos que dejan estelas de dolores nauseabundos. Alguien me mira de costado, puedo sentir su odio pero mi estado catatónico es mi defensa a estos tiempos finales, en el camino recorrido suelto los últimos despojos de sentimientos que me quedaban, dejo todo lo material que nunca me hizo falta.
No hay miradas hacia atrás, escucho el fuerte sonar de un solo de guitarra, me doy cuenta que suena el último rock en esta vida, al fin algo que se puede disfrutar sin remordimientos, todo está resuelto y morir es un comienzo intenso a una vida efímera y sin rencor. Se van acelerando las cuerdas, emanan todo su calor, ya no escucho los gritos de dolor, me dejo fundir en un abrazo tibio, me dejo fluir en el sonido de la canción, lo di todo hasta el final, lo di todo nada más.
Leandro Conte