Fransz Garibaldi

Fantasía

Dentro de un par de días
Saldré, como todas las noches
De fin de semana.

Saldré buscándote.
Regresaré, perdiéndome
Entre las calles
Que están ahí...
Que estuvieron, mucho antes que yo...
Que crecieron junto conmigo...
Que algún día abandonaré,
Para que otro
Las vuelva a descubrir.

Soñando. A merced
De mis ojos.
De mis ojos, cansados de verte.
De mis inmortales ojos en tí.
De mis ojos, que rehusarán
Marcharse a dormir.

No sé con que sueñan
Exactamente,
Pues a pesar de haber estado
Toda mi vida, observándote con ellos,
Ellos, están ciegamente inmersos
En tí.
Yo, estoy ciegamente inmerso
En tí con ellos...
No conozco el verbo;
el dibujo; el reflejo de tu forma,
Fuera de tí.

El mundo, sigue siendo igual.
Siendo desconocido, porque
Tú no habitas en él.

La Luna siempre pende
Sobre el mismo abismo,
Que cuelga sobre mi cabeza.
Que ya no piensa, sino
Tan sólo vive en aquello que tú
Pudieses ser.

¿Cómo te llamas?.
¿Dónde te encuentras?.
¿Qué eres tú?.

Siempre recorro los mismos
Senderos; el mismo camino...
Siempre hay algo distinto
En cada mismo viaje.

Siempre.
La misma alegría,
De las ebrias voces de los mismos borrachos.
Siempre.
La mismas celebraciones;
Las mismas penurias;
La misma monotonía,
En las mismas sombras,
De los mismos hombres atormentados.
Y la misma melancolía,
Que abraza los alvéolos de mi pecho
tanto, que apenas cojo aire
Cuando mis ojos te ven;
Y te sienten;
Y se pierden, en la infinita bondad;
O tu eterno amor;
O una sincera lealtad,
Que mis manos no pueden alcanzar;
Ni mis labios beber;
Ni mi nariz respirar.

Algo nuevo siempre.
Porque siempre, eres el destino
De una sempiterna senda;
Una que jamás acaba.

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Salgo,
Como todas las noches
De fin de semana.

Condenado al silencio;
A la inevitable muerte,
En mi soledad de sábanas.
Entre las miles de palabras;
Los miles de pedazos de mi espíritu,
Que se esfuman por mi lengua
Y mi garganta,
En el salvaje viento de medianoche.

Condenado a la tristeza
De mis lágrimas;
De mis eternos océanos de tormento.
Entre las miles de sonrisas
Y carcajadas, que estiran,
Rasgan, y hunden en la asfixia
De su almohada, a mi alma.

Condenado a la esperanza
De mis doloridos pies;
De los pies, que agotados
Pasan por milésima vez,
Sobre los lejanos pasos, de ayer,
De anteayer, de antes de anteayer...
Entre los miles de adoquines,
Y las blancas flechas del asfalto,
Y los gigantes de hormigón,
Que los apresan en tu fantasía.
En el corredor
De un inútil paseo interminable.

Y la ignorancia
De mis ojos,
Que aún no te han podido dar
Tan siquiera un nombre.