Quién pudiera ser de tí
velamen y aguacero,
confianza,
paisaje que no termine
de pasar,
aunque el día se oxide,
aunque la noche
traiga puesta su
camisa más negra.
Quién pudiera
publicar sobre tu piel,
las sílabas de su apetito.
Quién pudiera,
arrodillar su sed
sobre tu boca quieta,
sembrar los pies a tu camino,
y aparecer de pronto
junto a los versos
que hubieses perdido.
Quién pudiera estar,
en cualquier rincón
donde tus ojos
se hubiesen dormido,
y levantarlos
muy despacio,
para llevarlos
de regreso a su sitio.
Eduardo A. Bello Martínez
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