Aún no es el final y decidiste avanzar, caminaste apenas unos pasos, para así entonces, en mi corazón habitar.
No había que insistir, sólo intentar, ya que la ocasión vino a propiciar una casualidad, pues acordamos encontrarnos a la mitad.
Tus manos también, tu amor en el ayer. Es ahora que puedo entender la inestabilidad en mí, el desequilibrio y frialdad, sin ti.
Con los ojos cerrados, entre tus brazos me recuesto, tan confiado como nunca antes, porque el destino es así.
Tanto desee mirar en tus pupilas mi reflejo, pues aunque no lo sabes, una enormidad de horas lloré frente al espejo, esperando verte.
Y de pronto aquí estás, no es necesario hablar, es preferible sentir, ya que incontables días dialogué con el viento.
Temí perder mi juventud sin volverte a mirar, pues creí que no me distinguirías de entre los árboles más viejos.
Debo reconocer el mayor de mis defectos; la impaciencia disminuyó mi fe, pero antes del final, logré descansar.