La noche era profunda, el viento corría fuerte y era tan frio que obligaba dirigirse a la calidez de un hogar, aun así, debajo de una lámpara en un estacionamiento, un chico con las mejillas pálidas que titiritando estaba sentado sobre un pequeño banco, esperaba vender unos cigarros, veía a las personas que iban y venían, sonrientes, con ropa abrigadora y sujetando alguna bebida caliente, lo ignoraban al pasar, excepto de aquellos que buscaban un cigarrillo.
El frio atravesaba su ligera ropa, clavándose en sus brazos, palideciendo su rostro y destruyendo sus labios, esperaba los refinados clientes de un cercano cine, quienes salían del cálido lugar tropezándose con un ambiente frígido, buscaban un taxi evitando estar más tiempo en aquel indiferente espacio, ignorando el agobio de aquel chico de los cigarros.