A Don,
que nació junto a mi alma,
como chispa amical.
A mis pequeños alumnos,
retoños de paz
de la I.E. Divino Niño Jesús
donde aprendí a mirar la vida
con ojos de gratitud.
Mi Perrito, Don
I
Mi perrito se llama, Don,
blanco y claro
como luz y luna.
Sus ojos reflejos
de cielo,
su pelo,
gracia de Dios.
II
Don, Don, le llamo,
y sus orejitas
nubes elevadas;
sus prontos ojitos
me brindan compañía.
Es mi perrito
lleno de ternura,
como nubes en altura
me ofrecen guau, guau, guau
a cada rato.
III
Al regreso de mi Jardín Infantil,
Don, me espera
en la puerta.
Guardián de la casa,
guardián de mi sombra,
compañía de mis horas
de lectura. Don, gajo de luz.
IV
¡Qué mi perrito
es el primero.¡
Nadie mejor que él.
Tiene ojos nacarados,
y su lengua, pura miel.
V
Qué perrito tan formal.
A los pies de mi cama,
un altar ha formado.
Sus manitos son tesoro,
y sus patitas, yo adoro.
Don, vela mi sueño
de niño que espera a Dios.
VI
Cuando en las mañanas
voy a estudiar,
Don me mira
y desespera.
A mi regreso,
espera mi corazón
hecho trozo de alegría.
Don, lame mi alma,
y las palabras
se hacen amor.
VII
Cuánto sabe, Don, de mí.
Todo un universo de estrellas.
Me espera, cuando retorno
de mi Jardín Infantil,
con manojos de puro amor,
y sus latidos constantes.
Qué lindo, Don
me acompaña a cada hora,
él es mi estrella
y mi guía.
VIII
He visto la camita de Don,
pajitas y lana limpia.
Su camita es bonita
ofrecida a perrito falaz.
Don, duerme,
y en sus sueños, Dios contempla
su figura angelical.
IX
Me acaricia
y me lame, juguetón,
a cada instante.
Inquieto y sin parar
se mece,
y mece mis manos.
¡Ay, Dios! que inquieto
su figura de cristal.
X
He visto la bondad
de Don, rebosante
como azucena en flor.
¡Qué dulzura!
¡Qué amor deslíe
su boquita de luz!
Don, es un ángel
sin igual,
en mis brazos,
y en mi corazón de poeta.
XI
En el jardín,
cuando sale a pasear
es añil y albahaca;
retoza alrededor,
como abanicando al cielo.
Don, Don, tu corazón
es horno de amor.
XII
Todo mi corazón
gime su pena.
Don suspira,
y es alivio de Dios.
Sus juegos de niño
crecen en su mundo de cielo.
Me imagino su alma,
gotita de lluvia
acaricia mi cara.
XIII
Me parece en la noche
escuchar sus ronquidos,
es mi Don, que conversa
con Dios,
tenue, como vuelo
de mariposa al aire libre,
escuchar sus pausados
y rítmica alegría de vivir.
Don, mi Don, todo mi corazón
brinca en el universo
de tu alma.
XIV
El alma de mi Don
es nube de algodón,
allá en el azul cielo, inmenso,
de sus ojos enamorados,
donde lee en las estrellas
el destino de su vida.
XV
Mi fiel, Don,
dejó olvidado en la cima
del cielo
todo mi corazón,
hecho delirio.
Don, mi Don,
un recuerdo de flores
acaricia tu tibia ternura.
XVI
Al amanecer,
la luz celeste
acicala el pelo de Don.
Pelo y luz
se mezclan en el cielo
de su alma.
XVII
Don, acaricia
las flores,
con que cubre
la paz de la tierra.
Acaricia con su leve
hocico
la grieta musical
de sus amores.
Don, sus ojos
también son flores
con que ameniza
el hogar.
XVIII
Es una escala
con que alumbra
el cordel de los días.
Bien lo sabe, Don,
su voz quejambrosa
se eleva
hacia la escala
del cielo.
Don es el peldaño
que acicala
la paz.
XIX
El blanco humo
de chimeneas
bailan hasta formar
figuras en el cielo.
Figuras vertidas
en el corazón
de Don.
Mi perrito
hecho música
en los tonos
de luz.
XX
Esa copa de luz
donde navega
tu mirada, Don.
Copa de luz
hecho delirio
en el centro,
y seno de tu inmortal
presencia.
Mi adorable, Don:
mi palabra es entendimiento,
cuando calla tu voz
XXI
Al borde del silencio
se quiebra tu blanca
esperanza, fiel
a mi compañía.
Mi fiel guardián,
mi compañero del alma,
pastor de mis sueños,
quietud de mis horas
amargas. Mi Don,
estrella y nube
en mi alma
de nieve.
XXII
Quisiera adentrarte
a mi alma colmada
de pequeñas voces,
que evoca tu presencia.
Mi tierno Don,
todo un mundo
de poesía, navega
en el infinito encanto
de tu lastimera voz.
XXIII
Silenciosa como luz apagada,
te asomas a la rendija
de mi alma,
fanal dormido,
bellota murmurante
de nave escueta.
Hábil ladrón de halagos,
te acuestas
con sueños dorados.
Mi dulce Don,
espina azucarada
de brincos y ensayos tiernos.
XXIV
Tu voz es un pedacito
de halago,
que me llama,
y envuelve
a ser mañana,
crisol y cristal;
cuajada de leve
armonía mañanera.
Mi amado Don,
tu voz
cubre todo el universo
de mi alma.
XXV
Misterioso como sueño
de niño, mi Don
avanza como bandera
blanca hacia la frontera
de la vida.
Avanza con el sueño
sideral, cobijado
en mi anhelo.
XXVI
A veces, Don,
acaricia el follaje
terso de las nubes.
Acaricia,
y en cada tono,
su voz lastimera
enciende universos
de poesía.
XXVII
Vengo a solazarme
en tu inquieta alma
de cardo,
y caña brava de luz.
Vengo a buscar
en tu presencia,
mi querido, Don,
todas tus mañanas
nacida en los feraces
cañaverales ardientes
del valle Chicama.
XXVIII
Mi Don, tus ojos,
luceros inmensos del universo,
suelen verter
en cada esquina
de mi alma,
en cada recodo
de tu pelo – algodón,
nube, follaje –
la palabra
cargada de poesía,
que te envuelve
en la eternidad
de mi canto.
XXIX
Hasta siempre, mi Don,
flor y lucero,
imagen cósmica
de perrito fiel
amigo creciente
de luz angelical.
Mi corazón,
ascua que te espera.
XXX
Muchas veces,
pase en vela,
aguardando
su regreso de asaz amical,
le busqué en mi corazón
donde ha hecho nido
su alma de perrito angelical.
Mi Don, cuanto afán,
mi alma busca
otra alma gemela.
XXXI
Amanece, más rápido,
cuando Don, con su vocecita
se acerca a mi,
despertándome, juguetonamente,
como lirio de huerto.
Amanece, y en sus ojos
de almendra, Don,
sabe acariciar los días
donde duermen mis sueños.
XXXII
Pienso que en el cielo
de Cartavio,
allá, muy alto y frío,
entre rosas y mariposas;
Don, suele jugar
con las nubes,
acariciar los rayos
del arcoíris,
saborear las horas
que nacen de su pelo de luz.
Pienso en Don, en su alma
vive una haz de panoja,
cogido de cuarteles de caña
XXXIII
Mi Don,
cariñoso, inefable
trepa a mi falda.
Generoso como el viento
acrecienta su afán
de gozo.
Mi Don,
sus ojitos y orejitas
en gratitud de amigos
traspasa el universo.
XXXIV
El juego de mi Don,
perrito tierno y ejemplar:
En tu pelo, todo el cielo
nace bajo su voz
de noche.
Alegra mi casa
cuando ladra, y cómo
quisiera abrir el mundo
angelical
que vive en el.
XXXV
¡Ah, mi Don¡,
saltarín y dulce
como arcoíris de paz,
en su boca, una colmena
de sabroso enjambre
se despierta en el amanecer.
Es mi Don,
mi ámbar
y sol vespertino.