La autoalienación [de la humanidad] ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden. - W. Benjamin
Día tras día, des-atentos al atentado de la cifra, sin voluntad de sí; arrojados como dados y en la caída, luces sobre los cuerpos; espectáculo ensimismado
No hay un otro verdadero, simulacro disimulado, hay yo y la necesidad de fundamentarlo, todo instante todo el tiempo, más allá de la evidencia del simulacro o esta última ficción
Preocupados, postocupados por la diestra desinformación, sobrevivientes sin hallazgo frente al horror de la historia, casi dispuestos uno tan alejado del otro como posible sea dentro la posibilidad, sin temor, a la unión organizada
Habría que ver el fuego cercano, pensamos, para actuar intuitivamente, fuera de la razón fuera del tiempo, habría que ver el desastre acorralándonos, para al fin vernos, como animales huyendo en libertad
Pero será muy tarde en el tardío fin del tiempo, nos mató la espera, la ansiedad del hábito, el ego y el placer colmado, la tendencia a la repetición constante, al borde de la locura, en un abismo llamada placer
Nosotros los estetas, livianos herederos de la nada, desprovistos de otra ética que la sobrevivencia diaria, causi animales, urgen explosivos; diamantes en bruto
No digo todos sino varios, digo varios quiero decir algunos, los que no dieron abasto al uso, formados por la presión de trabajo transgeneracional y sin término, luces hay entre nuestras oscuridades
Habría que darse la mano al que estuvo pidiendo la mano, dejar de verse a sí como el único único, replicar la llamada del fuego, sentir, el humo que estuvo todo el tiempo a nuestros pies, apagar la anestesia de la luz: mirarnos a través de lo oscuro