Mientras, continúan el rumbo hacia la mansión, ella, la dueña de la casa, le continúa diciendo unos te amos cálidos y bonitos al chofer, mientras que el chofer lo fingía todo. Pues, el chofer sólo quería a su corazón guardado en aquel mar travieso, por donde se paseaba el más vil y sanguinario de la secta diabólica el chofer. Yá, ella lo había visto en el mar azulado, o verdoso, y lo sabía, que la secta lo había colocado en el mar con un maleficio el corazón de la dueña de la casa. Y pernoctan en la casa, el chofer y la dueña de la casa, cuando en el mar travieso y bravío, se concentró el corazón de la dueña, en ese mar tan hondo y fugaz como el mismo tiempo. Y zozobró el deseo en ir y venir allá, cuando el instante se electrificó como el cometa de luz apagado y sin luz. Cuando en el pecado se intensifica más el anhelo en sobrevivir de porqué las frías tentaciones vienen y iban. Y ella, ¿lo sabía?, pue, sí, era el corazón, sólo el corazón, en que era la dueña y señora de la casa y dueña de aquel corazón en el mar. Donde él, el chofer lo había convertido, en un gran espejo, un gran siniestro, solo en un sólo deseo, en poder ver a su corazón, en un sólo instante. Cuando ocurre el deseo en ver el cálido instante en que sólo sobró la visión cruda en ver al corazón de la dueña sobre el mismo mar. En que sólo, cuando llegaron a la mansión, se vió el nefasto delirio hacia un nuevo desenlace. Pues, ella, la del espejo, la del rostro en el espejo. Sólo se debió de entretejer una red que acompaña a la soledad atrapando el solo corazón. Cuando en el alma, sólo se debió de amar lo que se debió de entregar más y más. Cuando en el alma se debió de jactar más y más, lo que quizás en el mar se encontraba, a todo un corazón solo, desolado, abatido y más muerto. Cuando en el alma se debatió una ira en que sólo el deseo se convirtió como una luz sin luz. Y ella, sin poder salir, herida y sin alma y sin más sin un solo corazón, en decir que estaba viva, pues, su alma la perdió con un juego entre sus amigas, y su corazón lo perdió por tanto tiempo en permanecer en ese espejo por donde no podía salir. Sus vivencias eran tan malas, pues, el tiempo sólo socavó muy dentro, y eran totalmente inciertas a la pura verdad, cuando entre el azul del mar y el cielo sólo veía el rojo corazón de la dueña de la casa.
Y ella, la dueña de la casa, quería sólo confeccionar una cocción fabulosa de un sólo “gourmet”, en saber que quería enamorar con una cena deliciosa al chofer de la casa, a su enamorado y amor de su sólo corazón. Pero, sólo sintió y presintió lo que conlleva una dulce atracción, lo que quiso en saber que su enamorado era el vil y un sanguinario asesino, que le robó su sangre y más su corazón, aún latiendo y palpitando. Sólo, se llevó una vil sorpresa, cuando en el tiempo, sólo el tiempo, le dió toda la razón a ella, la del rostro en el espejo, cuando logra salir y expresar la verdad, toda la verdad. Cuando en la cocina, vá confeccionando el plato con que enamoraría al chofer, pues, su amor iba más allá de la edad y del corazón tan enamorado. Cuando la dueña de la casa hace un cambio total y drástico en su hogar cambiando de rumbo y dirección el espejo, donde el rostro en el espejo, vió y supo como se confeccionaba aquel plato, el cual, le brindó y le ofrecía tanta libertad. Cuando en el reflejo se vió el corazón de ella en un sólo espejo, en una sola sensación y sensibilidad, y era como si hubiera estado junto al de la doña. Cuando en el mar tan hondo quedó y por siempre ese corazón tan frío, desolado, y herido y sin sangre. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, le dió la cruda verdad, de que en la habitación de la señora y dueña de la casa hubo un vil y cruel asesinato y con ella misma. Cuando en el amor sólo se vió como la vil y osada atracción de creer en el amor, solo en el amor, cuando en la vida sólo quiso hacer y realizar una cena, en la cual, debía de amarrar con la dosis del amor y el afrodisiaco del amor y de la pasión, el amor puro y conceptual entre el chofer y la dueña de la casa. Si con una sóla dosis del veneno en el “gourmet” del chofer tenía lo que debía de poseer para ella la del rostro en el espejo debía de tomar para poder salir de ese maldito espejo. Cuando de pronto debió de haber salido sí, pero, lo tomó debidamente y sin un imposible volver al espejo. Ella, sabía cómo tomar la pócima, pues, era ella, la del espejo en la cocina. Cuando en el ambiente, se debió de ver y querer un oasis de ternura y de amor, por parte de la dueña, cuando en la misma cena, salió ella, la del rostro en el espejo. La que por más de cien años permanecía y pertenecía a aquel espejo, por donde la albergó por muchos años en tristezas, desolaciones, soledades, y sin casi poder hablar nada más que con ella misma. Salió y se observó casi una niña entera, fue lo que salió de allí, de ese cruel, vil, siniestro, y maldito espejo, en donde la alojó por tanto tiempo. Y era tan sólo una niña, con el rostro en ese espejo de una hermosa mujer y casi en total vejez, pero, se quedó como una sola niña, tan inocente, tan hermosa como su madre, y con una candidez que siempre mantuvo en muy alto, en una sola cúspide. Y todo, porque salió del espejo, salió de la vil manera, de creer en una oscura soledad en que se atrevió a desafiar lo que era la luz y su propio reflejo en aquel espejo. Y tuvo, ¿recuerdo?, pues, no, sólo era una niña que salió de aquel espejo. Cuando de pronto se halló dentro de la cocina de la casa de la dueña de la mansión. Y no supo qué hacer, sólo se acordó de la pócima en entrar a aquel espejo, era sólo un sortilegio o conjuro donde se decía a viva gran voz. Y lo dijo así, -“purtroppo, purtroppo, purtroppo, disgelo in me tutto tuo”-, y se adhirió nuevamente al espejo, sucumbiendo en un sólo trance, delirio y en un terrible desenlace. Cuando en el alma tuvo miedo y terror, cuando escucha la voz de la dueña de la casa, llegar a la cocina. Y se impulsó nuevamente a adentrarse al espejo, como una niña saliendo toda mujer con el rostro en el espejo. Y fue ella, la que quiso ser sin conciencia lo que obtuvo mayormente más dolor y tristeza, por no poder recordar lo que más quiso, la verdad del cruel asesinato entre ella, el chofer y su más débil corazón. Pero, no fue hasta el triunfante o fracasado final en que sólo se supo toda la verdad. Cuando en el ambiente, sólo se adhirió al espejo, sólo se adentró al espejo, y supo que en el corazón, en el solo corazón, se debió de haber entregado el mismo corazón en contra de todo un buen sabor de haber sido la víctima y no la victimaria. Dejando un sólo dolor con la herida profunda de haber salido de aquel espejo viejo. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, dejó una sola marca en sublevar lo que aconteció cuando en la manera de ver y de sentir dejó un sólo dolor. Cuando en la vil forma de entretejer la red, se debió de amarrar el instante en que se adhirió el deseo de querer amar. Y sí, era eso lo que quería, amar y que la amaran. Y enamorarse de algún hombre, pues, el delirio se cruzó entre la vil tormenta. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se debió de saber que el ocaso frío se debió de cruzar por el mismo cielo. Cuando en el mismo instante se perfiló el deseo ambigüo. Y, otra vez, en aquel espejo de donde salió la niña de ojos azules y de cabellos rubios, y yá sabía el conjuro y el antídoto para poder salir de allí, del espejo viejo. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, se juró un mal deseo entre aquel espejo y el mal comienzo. Cuando en la mañana se vió nuevamente atada y atrapada, entre escombros de pura soledad. Y, mientras que el chofer y la dueña de la casa, hacían la cena de enamorados, ella, trataba en saber salir y entrar en aquel espejo. Cuando, de pronto, salió de aquel espejo. Y fue niña, otra vez, y entró y era toda una esbelta y elegante mujer con postura y candidez. Y no sabía qué hacer. Cuando, de pronto, salió a flote, y se dijo por una vez, el conjuro, cuando tomó papel y lápiz de la casa y entró con papel y lápiz a escribir todo y que no se pudiera borrar y lo dijo una vez más, -“purtroppo, purtroppo, purtroppo, disgelo in me tutto tuo”-, y entró con el conjuro y escribió todo en el papel con el lápiz. Y edificó el estandarte cuando en el ademán se convirtió en un frío adyacente de penumbras y de sombras y de eternas soledades, pero, en el mismo espejo.
Continuará…………………………………………………………………