Un simple sueño
dejaste en la almohada
para entregarme.
Con él mil besos,
en letras y en los versos
de aquel poema.
Y estabas tú,
guardiana de mi vida,
siempre tan linda.
Y me dormí
envuelto en la ternura
de tus canciones.
Aquellas nanas,
con música admirable,
hoy las añoro.
Porque formaban
la parte del conjunto
que tanto amaba.
Y es que los sueños,
deseos de otras vidas,
siguen latentes.
Pero te busco
en medio de la noche
que está nublada.
Algunas veces,
te asomas perezosa,
querida luna.
Rafael Sánchez Ortega ©
25/01/20