Un día tu casa es vacía, al otro se encuentra lleno de cosas que no sabías que tenías, encuentras 6 platos, dos mudas diferentes, zapatos que no te calzan, una almohada demás y un espacio menos en la mesa.
Te conviertes en alguien que no conocías, eres más sumisa a ti y más fiel a otros, más insatisfecha, pero eres feliz.
Te sientes orgullosa de haber logrado algo nuevo que no sabes si va a durar, pero aún así continúas en el esfuerzo y te idealizas como ese nuevo \"yo\", un yo que asumes como responsable pero que en algún momento puede crear un caos.
Y el mundo ya no gira como querías, ni es más rápido y ni el tiempo se hace más lento, los días han pasado y estás en una edad incompleta, con muchos otoños y eternos amarillos grises.
Los planetas cambian y la dirección ya no es la misma.
Te vas quedando ciega, sorda, muda e incluso tonto, te desanima ver la casa limpia, y los muebles en su lugar... Nada tiene sentido.
Nada es lo que parece.
Nada es nada, a pesar que antes era todo pero sin poder ordenarlo en nada.
Y tus otoños son los próximos años.
No te sorprende ver caras nuevas, al final no volverás a verlas.
Quieres escapar y quejarte con la naturaleza de lo que vives aunque ya nadie te escuché, ni sí quiera te escuchan los árboles.
Y te hundes... Y te ahogas... Y mueres, sin haberte hecho a un río o a los mares de arena en el Sáhara.
Te has perdido y tu casa ya no es la casa vacía, ni es tu casa, y ni el vacío es cómodo para ti.
Y como ya has muerto, vives, y te sorprende el nuevo e imparable comienzo en el que va a arrastrarse como bebé hasta poder aprender a caminar, esperando que todo no empiece de nuevo.