Ábrete a mi sin ser cielo,
mójame sin ser agua,
y háblame en silencio.
Sumérgeme en tu piel
y hieréme a besos.
Déjame que muera en tu ombligo
y que me plasme sin consuelo
en la estrechez del beso.
Moriré náufrago en tu vientre
y sobreviviré mareas de abrazos,
en la red salada de tu cuerpo.
Y seremos uno por siempre
en la luz de cada estrella
y en el calor de todos los fuegos.