Lloran los robles,
alteran el paisaje
del viejo parque.
Lloran las hayas,
rechinan los recuerdos
entre las matas.
Lloran los hombres
cansados de promesas
surgidas gratis.
Y es que los robles
con formas subyugantes
eran un sueño.
Con las encinas
formaban un presente
inigualable.
Por eso el hombre,
hoy llora, entristecido,
junto a los árboles.
Hubo otros hombres
que un día prometieron
nunca cortarlos.
Pero los robles
y encinas ahora yacen
decapitados.
¿Por qué mentir,
podar las ilusiones
de tantos niños.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/01/2