A nadie le gusta lo que escribo; ni siquiera a mí.
Como si no existiera nada arriba de mi orfandad o nunca hubiese existido algo debajo del yugo de su paternidad austera.
Como cuando era una rama
degollada que se desangraba en medio del bosque omiso y mi alma verde cayó en despoblado.
Como la manzana deforme que confunde del olmo.
A nadie le gusta lo que escribo; ni siquiera a mí.
Sin vestigio ningún portento se volverá herencia ni habrá día cansado para recargarse en su noche.
En el doblez de la página finita va escondida mi letra corrida. La común extravagancia, enemiga mía.
Ya lloré las apotemas de tus manos sobre la tersura del presente, y no, no existe nomenclatura...
A nadie le gusta lo que escribo; ni siquiera a mí.
Yamel Murillo
Deserción.
Libro cerrado©
D.R. 20--