Vamos a escribir un último poema,
uno que sea el último
pero que no sea el último.
Escribamos uno de esos textos
que inspiran, uno de esos que trascienden,
que marque el final y que marque el inicio.
Plasmemos todas las nostalgias,
todas las depresiones
sin recuerdos de alegría
de momentos que no queremos evocar.
Y no queremos, porque es el último poema.
Para qué pensar feliz en una despedida
si es mejor tumbar los ojos en la almohada
y llorar lágrimas que no saben nacer.
Porque yo recuerdo,
puede que tú no,
que existen más motivos de gozo
más motivos que de sollozo.
Pero no es importante.
Hoy estamos escribiendo
nuestro último poema.
Tenemos que estar tristes
en el adiós de hoy
porque estamos tristes.