Cuando las horas declinan
hacia un poco más de la media noche
las sombras se inclinan
(un leve aroma del bosque
efluvio de vieja encina
ropaje de niebla tumefacta)
por encima de mi hombro
inquietas escudriñan cada morfema
hasta que plasmo el poema.
Ahí están siempre
símil de compañía difusa de almas
que no dicen, no interfieren
solamente observan en calma
hasta que se liberen
llamas, metáforas, palabras
tal poética del hambre,
sed, lujuria o pena.
Cierto escalofrío,
risas macabras
en mi imaginación...
Ellas (las sombras)
no dicen, no interfieren
menos ríen burlescas
si acaso fracasa la rima
y el poema pierde sentido,
ritmo e inspiración.
Puntuales están ahí
fieles,
expectantes, pacientes
aguardando el poema que ustedes leerán.
Hay noches cuando creo advertir
a algún ancestro en ellas
seres que van dictando el porvenir
entre el pulso de cada estrella
y el titilar de cada voz
dictada desde el infinito siempre.