Gualberto Salazar

Abeja reina

 

Soñé

que me escogiste para vivir contigo,

que eras la abeja reina

y yo, tu zángano adorado,

querías volar conmigo,

cumplir con los rituales,

llevarme a la colmena

y probar juntos la miel.

 

Te miré a los ojos, abeja reina,

los vi enamorados,

 observé tus alas

revoloteando contentas,

tus antenas transmitían entusiasmo

¡Hasta el aguijón tenía un brillo nuevo!

 

Soñé contigo, abeja reina,

acomodé mis ilusiones

de forma tal que me quisieras mucho

que te fijaras en mí,

en lo gallardo que soy,

al menos en mis fantasías.

 

Soñé

que me quitabas el sueño

con noches de placer y días sin reposo,

que te preocupabas mucho

cuando no estaba a tu lado,

que me decías en susurros

lo mucho que me amabas

que harías cualquier cosa

por estar siempre conmigo.

 

¡Era tu rey, abeja reina!

Entonces, en mi sueño

animado por tus palabras

te pedí un deseo:

deja de ser reina, dije, vive siempre a mi lado.

Desperté de golpe,

con dolor intenso

tu aguijón me había punzado.

 

En mi sueño morí

como mueren los zánganos

cuando piden cosas absurdas.

Las reinas son siempre reinas

en los sueños, realidades

y cualquiera de los escenarios.

                    Juan Gualberto Salazar Rosado