Mis ayes resuenan
cuando yazco en esta tumba suave.
Tumba colmada de raíces,
del ábrego, de escarcha
y columnas de relente;
oídme llorar bajo la piel de mis sábanas,
si me apartáis la vista, culpables,
daré de arder a estos pilares
con las ascuas más dementes.
Perpetuo silbido que mutilas mi letargo,
tú haces temblar mi lecho
en lo que aspiro el hollín,
lo aguanto y trago
su esencia, apenado,
y su cabellera de fuego, de madera,
ondea al pasar el tren.
Aquí he de volverme sal y esperma,
donde al reloj sonoro de mi pecho
se le detendrá la aguja...
En el andén.
10/1/20