Carlos García Oliver

AMARGURA

 

Padre mío, que seas mi sol,
sin calor de amargura
quemando mis labios.
Que seas julio
mes de regalo y quimera.
Ahí yacería mi ensueño
tan gastado y jadeante.
Hay días mojados de invierno,
con el frío que ciñe al sudario
y hielo que baña al silencio.
Que seas mi sol, padre mío,
no en julio adornado de lluvia,
sino como el suelo aquel
que vio ayer mi nacer.
Que seas vocablo abierto,
regla que no censura,
rosaleda brotando en tu mano
o tal vez cordura que extraña la vida.
Lejano estás de eso que ansío,
gran rocín desbocado,
espoleado de rabia, pecado,
también de amargura en tus labios...
No quiero volverme chaval.
¡En vano es!