Entre brumas y espumosas olas
se escucha el musitar de un estribillo
que hizo estremecer el corazón
del valiente marino.
Una sirena entonaba
un suave canto
que al jovial marinero
le causó turbación:
Ven a mi marinero de morena tez,
aguerrido caballero que irrumpes en mis mares,
yo te haré mi consorte para que goces de mi corte
y seas por siempre mi amante y señor.
Le replicó con arrojo el caballero:
No deseo hacerte mi consorte,
pues amor me aguarda en mi puerto,
y si os ofendo en vuestras aguas
seré pronto en bogar mi batel
hacia la cercana bahía donde mi adorada
me aguarda con inmenso amor.
La aparente dúctil sirena
de belleza bien dotada le replicó:
No me temas marino
de gracia bien marcada
no pretendo hacerte daño
como mal dicen lenguas afiladas.
Pese a las sutiles palabras
de sirena tan resuelta
el marino puso rumbo
hacia el puerto que le espera.
Enfurecida la diosa
por su empresa no alcanzar
con furia desmedida las aguas agitó
y el marino sin dominio de su nave
en el acantilado encalló.
Clamó el marinero al dios Nectuno
que al instante le escuchó
pues solo combatir él podía
a sirena tan osada.
Fue pronto el dios de los mares
en amansar las aguas
y rescatando al navegante
del pétreo acantilado
y sirena embaucadora
le concedió fuerzas
para alcanzar su libertad.
Agradecido el marinero
concedió un sinfín de loas
al poderoso dios de los mares
que con su tridente
a las engañosa sirena desafió.
Muy ufano el navegante
se encaminó hacia la ensenada
para entregar la recompensa
de sus duras jornadas.
Congojado de nuevo se quedó el marinero,
pues volvió escuchar una balada
que salía de las veredas
que la ría abrazan.
No me temas marino,
de dignidad bien marcada
y valentía sobrada,
pues has sabido defenderte
de la Sirena malvada.
La mala fama me persigue
mas son bulos recelosos
de mujeres sin belleza
que mi hermosura anhelan.
No rehuyas mi ser,
pues solo quiero enriquecerte
para que no vuelvas a la mar
en busca de fortuna
que nunca alcanzarás
por arresto que despliegue
tu gallarda figura.
Si a mi lado te mantienes
veras como sin afanes
gozarás por siempre de fortunas
bien provistas.
En los arroyos tengo mis tesoros,
en las orillas mi refugio,
y en mi corazón el amor de una xana
que te ama con delirio.
Se negó el marino
a seguir a la xana
pues no creía su verbo
pese a su estrategia bien trazada.
Al apreciar la bella xana que era rehusada
extendió bruma como un tupido manto,
concedió riendas a la brisa que sopló violenta
con fatal quebranto sobre el débil navío.
Las olas espumosas surcaron el río
batiéndose contra las laderas,
mientras balanceaba al marino
para hacerle naufragar
al sus fuerzas perder.
El esforzado navegante
bien dotado de valentía
luchó contra la tempestad
mientras a los cielos rogaba
que enviara el sosiego a las olas,
y las bruma dispersar
además de a los vientos les brindase calmar.
El dios Eolo le escucho,
y los vientos cesaron,
las olas se calmaron,
la bruma se despejó
Y el valiente marino
Al fin a salvo a puerto llegó.
El dios Eolo de nuevo el cielo remontó
saludando al dios Nectuno con gran exaltación
y dirigiéndose a las dos diosas de las aguas
les concedió el perdón,
a la vez que les sugerían
que se revistiesen de pundonor.
Ambas les recordaron cuál era su misión,
pues quienes les dieron vida
las recubrieron de belleza ,
astucia y dulce voz
para cautivar a los hombres
Infieles y sin honor.
Mas la lección aprendieron
las dos endiosadas
pues no todos los barones
son infieles a sus amadas
ni faltos de honor,
pues como el valiente Ulises
el marino ante sus cantos lisonjeros
no claudicó.
Luisa Lestón Celorio
Febrero 2020
Desde el mirador del Espíritu Santo, Muros de Nalón
Desde el mirador del Espíritu Santo, Muros de Nalón