Me vienen de pronto unas ganas de decirle al amor que le amo de espalda y de pecho.
De mañana y de noche, de norte y de sur.
¡Qué ganas de decir te quiero me han dado hoy!
Me viene de pronto unas ganas de amar a mi enemigo que está allí; parado en su sigilo cuando caigo, y besarle diciéndole las ganas que tengo hoy de amarle.
Y decirle por no sé cuántas veces que de ser mi amigo, podríamos llorar juntos en un Jordán de herejías.
Y cuando estemos al borde del frío desollar
la piel del tiempo y hacernos viejos.
Qué ganas de libertar al esclavo me dan, y al político rábula, que canta en su propia saliva; llamarle mentiroso.
Y ayudarle a un genio y a un sabio a escribir su nombre:
¡Oh, Leonardo Da Vinci! ¡Oh, Siddharta Gautama!
Al que llora, al canta, al que alguna vez cantó, al que en su propia ira estrecha su corazón, al que levanta sus manos al cielo pidiendo piedad, al que bajo sus pies esconde una tumba, a la mujer de mi prójimo, al niño que no tiene pan, al viejo que morirá del vino; a todos ellos. Qué ganas de amarle me han dado hoy.
También quisiera al que esté triste consolarle en mi propia tristeza cuando estoy al borde del perdón y del sepulcro.
Qué falta le haría mi tristeza al triste, o al niño sirio lleno de dos tristezas.
Quisiera entonces si me fuera posible bilocar a la tristeza. Y si no es posible, besarle en sus mejillas para que no duela.
Quisiera entonces hoy...Solamente amar y ser perdonado.
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David John Morales Arriola