Vamos, niño, magia, magia, convergencia al recinto,
hablarás de esto, algún día su germen apartado,
tanta algarabía quedará oculta como indiferencia:
Silbatos, silbidos,
ovaciones, trompetas,
saltos y porras.
En el terreno verde el antagonismo se presenta en 22 hombres,
A presenciar con pasión su vuelo legendario,
colosal reinó la competencia,
amarillo, azul, rival y odio,
implacable juego, el trofeo en dos manos, rumbo a la galería.
Sello de gloria inmortalizada.
Allí dentro en las gradas,
el canto de los goles, ir y venir de meta a meta,
ir y venir tantas veces esperando, solo esperando el sagrado momento: el esférico rodeado de unos añorados hilos blancos,
era todo para los presentes, era mi pócima, una sola gota.
Solo un grito, solo uno más, esperan en concreto posándose, con todo el arrebato de la multitud, un canto en su majestuosa ola al levantar las manos. Sea un triunfo.
Circunscrito en el legado proverbial, cuando escribieron su nombre como número uno del momento,
la vitrina alimentada, eso es.
Solo un trofeo más, solo cerremos con broche de oro nuestra época.
Se siente o se escucha la bocina, uniéndose a las almas del lugar,
Es el himno conminando a ganar,
Claro que estamos contigo, escudo, color, franquicia gloriosa.
Va solo el atleta veloz como el coro de la gente que le alcanza,
A punto los desbordes al objeto protagónico, el drama del logro y el acierto anuncia, frente a la red anima la trayectoria impulso del pie izquierdo,
Ya nos levantamos, vamos a aclamarle con una sola palabra…
Y no obstante se frustra el alarido, falla brutal.
Se toca la cabeza, rodeada de rubor. No da crédito al suceso, como los atónitos observadores.
Tanta tristeza, ya el juez del destino, ya su exceso,
hoy cayeron,
NO, caímos, nos vemos en las lágrimas.
Nos vemos malogrados, impotente fracaso en el campo se extendió a 100 mil almas,
Mas permanentes fieles,
no fue posible esta noche, habrá otro triunfador engalándose histórico en la escritura del máximo juego. No nosotros.
No fue posible, pero vendrá nuestro vuelo de plumas poderosas, ganen pronto, sean de nuevo la leyenda que existió alguna vez, único triunfador.
La nueva oportunidad, de vuelta al nido,
está la porra, la mayor afición del mundo,
despliegan las alas en un campo coloreado.
Pero inexplicablemente y poco a poco, llámese desgaste,
llámese otros intereses o mejores disciplinas
Gritos, las victorias.
Victorias de campeones,
Una, dos, tres, cuatro campanadas.
Campanadas, las preseas
Pero es fútil. Hoy que tanto se celebra, no me encierra su gala llamada magnificencia.
Tantos años, tantos, tantos,
a pesar de repetir su hazaña,
esto es, el trofeo de ganador indiscutible,
no fue la rosa del aguardo, no fue brebaje,
y después, peor aún,
ni siquiera me inquietó el eco de cierta victoria, anhelada unánimemente en los recovecos del antes.
Celebra y celebran.
Bien por ellos