Eduh Siqueiros

Que sanes mis dolencias

En este mar de fuego que navego,
en vano emprendo la huida,
imposible es desprenderse
de esta atracción que es descomunal
y que ejerce sobre mí tu cuerpo.

En el abismo de tu porte me sumo,
sin ninguna posibilidad
de lograr –luego- una escapatoria,
me apresas condenándome a las caricias
que provienen sublimemente de tus manos
y la miel del ósculo cuyo origen es por supuesto divino
en la comisura de tus labios,
son los tuyos propiciadores de mi gloria.

Hechizado quedé para permanecer
adicto al encanto de tu piel,
llanuras que se expanden excelsamente
entre alcores de pulcritud sin igual,
donde mi pensamiento se desliza
para llegar hasta tu centro.

Tu gollería es mi adicción y me mata
pero luego tus ojos me revivifican,
y decido escapar, pero me gana
la voracidad del apetito ya que activaste
bastante ingenuidad y docilidad para mi voluntad.

Venturoso es el titán, cubierto de bronce,
que ha logrado incrustarse en la mente
de la dama quien con ansias aguarda
el retorno a ese aposento en la oscuridad.

Caballero que entre cada brazo ardientemente
placer otorga a la princesa que impetuosa quedó
y se sume en el deseo, su nombre encumbra,
y lo ama con un amor tan efusivo.

Acaba con lo cruel de su condena, caballero,
ella te aguarda, está ansiosa
por saciar sus apetitos en ti,
halló el gozo que intensamente la arrebata
en tus besos alimentando a sus quimeras.

Si nuestro amor existe
por alguna razón distante,
entonces amarlo conlleva
en tener al alma sin órbita.

Amar con el alma es viable,
también es verídico;
el deseo del beso es ineludible,
mas no deja de ser sincero
el amor siendo tierno y cariñoso
cuando te diga un «te amo»,
aunque distante se halle.

Me gustaría ser de ti,
a cambio de que seas mía,
darte mi corazón a cambio del tuyo,
regalarte mis noches por las tuyas,
que sanes mis dolencias
y que yo te entregue mi júbilo,
que seas fielmente mi luciérnaga
y yo incondicionalmente tu insecto,
que en tus pensamientos yo viva
y que mis ideas intuyas...
¡Ser tuyo sí que me gustaría!

A ti, gracias, por tus destellos de sol,
que bellamente me hacen perder la cordura;
a ti, gracias infinitas, porque me permites soñar,
porque tus ecos transportan a mi alma
a un lugar donde es posible atraer
la armonía de los sentidos, y convivir con la paz.

A ti, astro que deslumbra, estrella de lucidez,
gracias, tú haces posible cualquier cosa,
sí, con la excelsitud de un viaje al cerrar los ojos,
es de este modo que se desprenden las espinas,
arribando a tu cielo, ¡oh estrella de esplendor!

Sólo aquí mi alma se halla extasiada,
solo aquí en la tertulia del amor
que se intensifica sin control,
aquí es coloquial mi expresión de lirismos,
sólo acá cuando te siento próxima
a mis sentidos, es cuando hablo y cavilo
en el leguaje del amor y su ciencia.

Mas nunca mi léxico podrá apesadumbrar
lo nato del destello en tu locución,
que mis ornatos jamás tendrían razón de ser,
puesto que emergen para consentir
a los sentidos de quien su brillo es natural,
en eso mis versos hayan beneplácito,
al infiltrase en tus sentidos y persistir
en ti y que así de tu don se sacien.

Buscando lo perdido,
que se extravió adrede,
quizás porque lesiona,
que no se encuentra
aunque se tiene por cierto
su lugar de residencia...

Sólo para que aparezcan
otros motivos que alimenten
la fe y la convicción
de que todo lo pasado
nos conduce a mejor lugar.