Es mi linda pinolera
aquella que desde niño
le juré mi gran cariño
ante su augusta bandera.
¡Nicaragua, la guerrera,
hija del gran Diriangén,
que fuera padre y sostén
de la lucha anti- invasora,
queriendo ver en la aurora
de libertad el vaivén!
¡Nicaragua, mi doncella,
del Xolotlán la sirena
que tiene la luz serena
de la más fulgente estrella!
¡Nicaragua, tierna y bella,
donde nace el sacuanjoche
ofreciéndonos derroche
de su aroma mañanero
que tiene ese olor campero
que de nobleza es tu broche!
¡Nicaragua, dulce y pura,
donde florece el madroño
con esplendente retoño
símbolo de tu ternura!
El refleja la hermosura
de las letras de Darío
cuyo genio fuera río
de grandiosa poesía
que lleva la sinfonía
que del amor es navío.
¡Nicaragua, gran pradera,
del guardabarranco nido
cuyo canto es alarido
por justicia verdadera!
¡Nicaragua, mi llanera,
vestida de regias flores
que poseen los fulgores
de tus verdes cafetales
donde vuelan los quetzales
lamentando tus dolores!
¡Nicaragua, novia mía,
tu tristeza es mi castigo,
más con el alma te digo
que volverá tu alegría!
Que brillará nuevo día,
y tus risas cantarinas
se oirán por las colinas
acompañando los trinos,
que cual arpegios divinos
nos brindan las golondrinas.
¡El rayo de tu mirada
ha de fulgir nuevamente
con aquella luz ingente
de esperanza y fe labrada!
¡La gran cadena forjada
para detener tus sueños
la destruirán los empeños
de las almas libertarias,
y las barras carcelarias
no acallarán tus ensueños!
Autor: Aníbal Rodríguez.