Ladrillo tras ladrillo
ha crecido esta torre que me envuelve;
los oscuros soldados del horror
la sitian día y noche,
pero mis arqueros invencibles
los mantienen a raya.
Alguna vez se despeña un guerrero
agarrándose con dedos temblorosos
a los muros lisos,
alguna vez muere
el héroe que comandaba el ataque
desde la barbacana.
Pero, invulnerable,
se alza contra los siglos.
Bárbaros saqueadores y gigantes brutales
han asediado sus muros sin resultado.
Se alza, inconmovible,
ennegrecida con la sangre
de antiguos combates.
En su interior
mis amigos juegan a las cartas
y beben a mi salud,
seguros de la victoria.
Mis enemigos tiemblan al ver sus bastiones.
Y aunque todo un ejército
en pie de guerra
acampa bajo su sombra,
adentro,
los cantos remontan su inalterable altura
y planean,
junto con las águilas,
en pos de nubes albas y de estrellas.