Se han atascado mis anhelos, los han encadenado las necesidades de mi cuerpo y los ha amordazado la impaciencia de la soledad inconsciente que no me da la razón en estar en mis tierras presente para que yo continúe en su oasis, pues desde allí me mantiene desarmado bajo una tortura de voces infieles. Perviven aún, aunque con ganas de morir para que mi cuerpo se centre en seguir siendo esclavo de la ambición voraz de las metrópolis, estas sedientas de las humilladas estrellas que de perfectas pasan a reflejarse como instrumentos de esfuerzos remunerados, hallazgos de los audaces reyes en busca de sueños gratuitos.