Recuerdo muy bien sus ojos de ensueño,
hermosos y grandes, de intenso oscuro;
pensaba yo al verlos: tendrán seguro,
igual que su amor, venturoso dueño.
Recuerdo muy bien sus ojos de ensueño,
hermosos y grandes, de oscuro intenso;
y, cuando los recuerdo, siempre pienso
en quién será el afortunado dueño.
Y envidia sana siento yo de aquel
bendito que disfrute esa mirada,
la noche entera, hasta la madrugada,
dichoso entre los brazos de Raquel.
Y pienso en esos ojos que recuerdo,
sintiendo sana envidia del presunto
bendito usufructuario y me pregunto
que cómo puede mantenerse cuerdo.
© Xabier Abando, 08/09/2019