Se desgranan sin pausa las horas
en la cruda molienda del tiempo,
y los años se van diluyendo
en ausencia que todo devora.
Sin tus ojos de tiernos reflejos
y el sonido de tu voz cual canto,
mi vivir ha perdido el encanto
y mis sueños volaron muy lejos.
Caro cobra la vida su precio
sin siquiera otorgar un recibo,
que permita presentar reclamo.
Y arrasando con su dura mano
me profiere tan cruento castigo,
sin piedad y con soez desprecio.
Jorge Horacio Richino
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