Anthuan Hols Ksals

CENIZA

Se disipa una opaca silueta que arrastra
consigo vanas conversaciones, cálidos
encuentros, cercanas sienes, plácidos días.
Se escurre paulatinamente de mis manos,
como la arena que cubre los breves templos,
rozando con sobria indolencia mis heridas.
Prolongo un exhausto desierto con mis pasos,
páramos que refugian mi exilio perpetuo,
donde todos los hundidos rastros se extravían.
Un arduo y recóndito tormento se adentra
en la noche cíclica, ahogando discretos
ruegos, recuerdos de confesiones ambiguas.
En la sombra de Epicteto busco consuelo,
con quien contemplo la finitud de los astros,
la impasible muerte que aguarda en la lejanía.