Alonso Moraga

Romance del Páramo y la Luna

Soledad, tú que eres mi amiga,
que me traes recordando
las pasadas noches insolentes
de mi angustiado amor, o contando
los secretos de las eternidades
perdidas en tu seno, dime la nota
primera de tu oscuridad ingenua,
en la convalecencia de la hora ignota
que arrojaste en profunda esencia,
o con tu voz tan amarga y seca
la historia triste de la pasión mía,
¡dime por qué olvidada cieca
te han llegado mis secretos!
Y mirándome triste, como mira
el olvido la soledad marchita,
se acercó dulcemente con su lira,
y con suave melodía respondió:

 

― ¡Oh yo no sé, tu sueño no has revelado,
ni tu cristal bendito de amante,
cuando a mí acude, ha vibrado,
ni sé tu historia triste,
pero he escuchado tus sueños cantar
a la luna, a la luna solitaria,
y la luna, en tu sueño, suele hablar
de una historia triste y vacía,
de un amor profundo a un Páramo bendito!

 

Dime ―respondí ―, soledad amiga,
si es la luna de mi sueño, con su cristal infinito,
la misma luna apasionante del alma mía,
o es sólo el fantasma grotesco
del recuerdo oscuro y dolorido.
― No sé si es la luna de tus sueños el fresco
recuerdo de tu angustia o es el reflejo
de tu pasión primera, yo sólo escucho la historia
que llora cada noche la luna de tu sueño,
mas sé que esa luna vive en tu memoria…

 

“¡Oh Páramo, yo sé que tú me ves allí abajo,
aguardando los misterios de la altura
y el deseo, con la pasión más pura
que en tu soledad dolorosa el viento trajo.
Yo te busco a todas horas, Páramo mío,
en la lobreguez de mi luz de arte,
pero no he llegado a encontrarte,
pues es tu piel ardiente amante del estío.
Cuando la noche llega y subo con empeño
te cubres siempre con la negra veste
del ignaro olvido, y mi reflejo celeste
se desvanece perdido en el numen de tu sueño.
¿Por qué te escondes de mi débil cariño?
Mi luz tibia, apacible y triunfante,
es para todos verdadero diamante,
pero mi ilusión es la ilusión de un niño.
Mi amor está en tu corazón desierto,
tu mirada, de ausencia y olvido, arde;
mi pasión resplandece en el cielo de la tarde,
pero no enciende mi brillo tu corazón yerto!”

 

― Y otra noche habéis soñado
con solitario cielo, con cueva de soledad
y con infinito juglar entristecido.
Y la luna de tu sueño, la luna de bondad
y cristal infinito, asomaba apenas
su rostro por el cielo tenebroso
de tu alma; su débil luz era el llanto
derramado de tu sueño doloroso.
Fue otra noche, en que paseabas tu sombra
por camino solitario, en busca del deseado
Páramo escondido, y tu sombra caminaba
bajo el cielo, con el llanto de la luna derramado.
Tus pasos dibujaba la luna silenciosa,
y tu sombra, de pasión y deseo llena,
deslizaba su silueta por tórrido camino
de tierra que ya tornábase en arena:
¡y era el Páramo, era el Páramo bendito,
solitario y vacío, que extendía
su horizonte a más lejano paraíso,
donde la luna esperaba la noche que se abría…!

 

“¡Oh luna, apasionada amante, que agitas
mis arenas con tu luz lacertosa,
cuántas veces, altiva y poderosa,
he visto la ternura que en el cielo depositas.
Cuántas noches solitarias y frías,
tanto como mis tórridas venas,
llenaste con tu ausencia de penas
y despertaste mis melancolías.
Yo te espero cada noche, Luna mía,
mas es mi espera eterna torturante,
que mi infinito calor de amante,
al no encontrarte, se apaga en la noche fría.
He visto tu brillo en el cielo oscuro
de la noche, y tu brillo lanza
hacia mí: calor, olvido y desesperanza,
y me arranca para siempre del amor seguro;
nunca me respondes, Luna, sólo tu luz derrama
su ausencia en mis ojos encendidos,
y al avanzar hacia el horizonte, aturdidos
reflejos veo, silencioso, en el ancho panorama!”

 

― ¡Oh soledad ―le imploré ―, no me cuentes
la historia amarga de mi desengaño,
para ver mi recuerdo a ti no acudo, no,
que para curarme del dolor de mi daño
es que en ti me refugio, soledad amiga!
Es el camino de mi pecho un martirio eterno,
resguardarme he querido del dolor blasfemo,
y no he encontrado seno que el tuyo más tierno.
― En tus sueños no me muestras más que ligeras
huellas de tu amor aprisionado y triste,
y en el fondo de tu alma sólo hay quimeras
y desesperanzas oscuras e ilusiones muertas,
mas es tu llanto desgarrado el verdadero espanto
de la alegría, oh soñador ingenuo,
¡el miedo y el silencio arrancan tu sincero llanto!
― ¿Y la Luna, soledad mía, es acaso,
en mis sueños, cruel mentira y vil reflejo
del cariño perdido y del olvidado deseo?
― Es la Luna, esa Luna de tu llanto, cariño viejo
que guardaste con ternura y sentimiento;
para tu trémulo corazón es fuente sonora
de ilusión y anhelo y pasión infinita,
para tu alma, fuente pura de verdad encantadora.

 

“¡Páramo bienamado, que me aguardas dulcemente,
mi reflejo perdido te ha buscado con empeño,
ha querido ser tu día y tu eterno sueño,
ha querido acompañarte, oh solitario, eternamente.
En el cielo de la noche mi voz te nombra,
Páramo ausente, y en vano espera
tu respuesta fiel, dulce y sincera,
pues no es tu alma amante de la sombra!”

 

“¡Oh Luna apasionante, sueño amado del poeta
que tejes mis ilusiones con fantasías
de amargas y melancólicas poesías,
y mi corazón ardiente tu luz tibia sujeta;
ya escucho tu voz resonar en el ancho cielo,
tus reflejos fugaces y veloces desaparecen
en el horizonte y a mis penas engrandecen,
y arrancan mi pasión, esperanza y anhelo…!”

 

― ¡Oh Páramo silencioso, ¿estás ahí?
Veo florecer una rosa en tu piel atezada!
― ¡Luna rutilante, ¿vienes ya por mí?
Tu reflejo ha hecho crecer mi rosa enamorada!
En la noche solitaria tu mirada me ilumina
pero tu silueta susurra: soy errante peregrina.
― ¡Oh Páramo mío, dejar quisiera mi cruel camino,
mas es mi paso un sueño en el sueño del destino.
Mi luz quiero entregarte, Páramo amado, pero se termina
cuando la aurora nace y sin querer avanzo…
― ¡Luna mía, no me dejes… no te alcanzo!
― Espérame, amante fugaz, que esta vida camina,
pero volveremos a encontrarnos.
― ¡Oh Luna, pasajeros somos al amarnos,
yo estaré por siempre, pero ¿tú, errante peregrina?