Estoy preso entre barras de miseria y locura,
los cerrojos son mis propios errores
y mis lamentos los grilletes en mis manos.
Mi sentencia no es otra que tú olvidó,
en donde mi alma juzgada no haya fuga
y mis penas impías no encuentran consuelo.
Más aunque encerrado entre mis demonios esté,
no olvido la vorágine que provoque en tu mirada
y esa emoción me llena de fe y esperanza.
Estaré cumpliendo mi condena con sigilo,
esperando a que bajes al calabozo de tu olvido
y sacies mi sed con el efluvio de tus besos.
Hasta entonces Amada, seré el preso que te sueña,
el espíritu que te aguarda agazapado entre sombras
y que espera ser libre de la cárcel de tus recuerdos.