Eras poesía vieja
dentro de mi carne,
como cual latido
del galope de caballo.
Eras
torcida,
taciturna
y serena.
Eras
religión
de mis latidos,
tan ecúmene para muchos
y tan efímera para pocos.
Eras palabra en mis labios,
la caricia fugaz que vuela,
el abril de muchos,
inviernos para pocos.
Eres latido de mi corazón,
alimento para el cuerpo,
eres la hurtadora
de mis íntimos secretos.