Consecuencias de mi catastrófica pereza.
Escarbo con la cuchara de la sopa
El territorio inexplorado de mis lóbulos
Hasta revelar sus dulcísimos secretos
Y la pulpa del horror de quien ha sido interpelado.
Devoro hasta intoxicarme.
Soy el tempo de un ventilador enclenque,
Un metrónomo que sólo tropieza,
Apenas una fatigosa circularidad sin rebordes
Suspendida por el vecino
Con dos broches, sobre el tendal.
Tu labio cree un optimismo ciego
Mientras naufraga en el fondo de una fosa común de juguetes.
Mi frente cree una sorda piedad
Que no es más que otro nombre del verdugo, del amante.
Libertad de árbol en bosque incendiado:
Si no puedo tapar el sol,
Arderé más que todos los astros.
Relájate, niño de los cristales tifoideos,
Cuando vuelvas a verte a los ojos
Casi todas las torturas (nos) habrán terminado.