Me invento un pretexto
con lo inteligente
del silencio,
mientras la hierba
y la lluvia,
hacen un pacto
de unidad,
y mi boca,
lejos de la tuya,
ve en cada gesto
mínimo del aire,
una premonición
de tu presencia.
Las horas van creciendo
delante de los ojos,
tejiendo
entre las manos,
una maraña pegajosa
de impaciencia;
mientras aguardo,
voy haciendo y repitiendo
pacientemente
tu nombre,
fabricándome con él,
un abrigo
contra la nostalgia.
Eduardo A. Bello Martínez
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