Cuarenta estudios del amor y una canción desesperada
Desde el eco de la
montaña, oigo el sonido de
tu risa vibrante
y anunciadora.
El estruendo del día brámido,
enciende el tumulto de
las horas despobladas
de tu cuerpo seco.
Desde el eco de la montaña
oigo el sonido de la
aurora de la mañana.
El mar socava las olas
surcantes de tu
mirada; y tu
cara se moja con la suave
oleada del mar muerto.