Busqué de flor en flor en un jardín encantado, el rocío dulce de unos labios rojos, el perfume fresco de una piel de nardo. Toqué sus pétalos suaves sus cabellos despeinados, negros como la noche, como la noche a tu lado. Tomé por fin con cuidado sus largos y dorados brazos, adornados de hojas verdes y espinas que hirieron mis manos. Creí encontrar la flor que yo tanto había buscado, flor de pétalos abiertos que otro ya había robado, llevándose aquel rocío de sus pétalos rosados. Comprendí que aquel rocío se hallaba de mi cercano, en un capullo nacido a mitades del verano. Busqué y hallé muchas flores en un jardín encantado, pero solo una de ellas lleva el rocío que amo.
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