Cuando sus miradas se encontraban
sus cuerpos se encendían
y en esa intimidad soñada
el cielo los protegía.
Al juntarse eran tierra
lluvia y fuego, cofradía
un cerrado espacio
donde solo dos almas cabían.
Se fundían dos cuerpos
formando una intensa luz
amalgamando sus humedades
llevándolos a esa plenitud,
que encuentran los amantes
en su basto interior azul
con sus pasiones de pureza
envueltas en fino tul.
Se entregaban en cuerpo y alma
con el amor que se creó
exclusivamente para ellos
con alientos de luna y sol.
Volaban dentro del placer
encontrando el gran sosiego
que les permitía renacer
para volar otra vez.