Tu espuma de belleza volverá
sobre montañas, selvas y llanadas,
dejando una cantiga en soledad
y al verso sin palabras.
Procuro el cáliz rojo de tu boca,
la fuente y manantial que calla gritos
cuando empapas los pánicos del hombre
con ímpetu bendito.
No vine a levantarte más altares,
tampoco a regalarte más armiños
así tus fuerzas doblen mis rodillas
creyéndome mendigo.
Las idas mariposas de tu vientre
son nimbos inocentes del nacido
que esperan en la brisa a tierra fértil
y atardecer pajizo.
A rústicas batallas me convocas,
y alejo de mi andar los raros mitos,
si desnuda disfrazas con diademas
a diablos como a cristos.
Hermana, madre, amiga y compañera,
complejo de ternura sin Edipo,
empuñas el fusil o el ramillete
ceñido cual capricho.
Si fuera el invitado a tu aposento
a donde sólo existen altos nidos
¡Qué poco quedaría en mi pasado
después de estar contigo!
Ya te rozan las lúdicas fragancias
porque eres paz vistiendo sacrificios
y tu nombre son rostros inmigrantes
de vientos romadizos.
Si rápido besaras cada frente,
si al hambre lo aplacaras a mordiscos,
si tus manos tejieran más almenas
al inmortal olvido.
Sería tan feliz junto al abrojo,
mi sangre ignota cambiaría a vino
y a tus altares, fiel, regresaría,
con mil rezos distintos...
Tu espuma de belleza volverá
sobre montañas, selvas y llanadas,
dejando una cantiga en soledad
y al verso sin palabras.