La frondoza espiritualidad de lo magnánimo
se cuece en sartenes bipolares,
derriba vientres y eleva pormenores,
convirtiéndolos en grandes hazañas
mediante hallazgos maravillosos.
Se abren canales de dulzura,
fortaleciendo el verter
de ese liquido
brillante
y la primera gota
toca mi frente
y me convierto
en Dios...