Llaman a la puerta.
Son los muertos.
Mi hermano y yo
detenemos la carrera
donde luchan, como siempre,
Anquetil y Poulidor.
Se paran las risas y los juegos.
La abuela rebusca en el bolso,
saca dos billetes
y algunas monedas.
Los muertos cobran el recibo
y se despiden,
hasta el mes que viene.
Mi abuela paga su entierro.
La carrera continua.