Al alba recorría el bosque nemoroso
por donde mi espíritu fluía entre la enramada,
iba soñando en pos de mi bella enamorada
cuando sentí el gemir de un manantial rumoroso.
A él con gran cautela me aproximé presuroso
para escuchar mejor su melodiosa tonada.
Ante mí se apareció la tez suave y rosada
de un rubio querubín, del cielo el más hermoso.
Al verlo me quedé confundido y ruboroso:
la voz que cantaba era sedosa y colorada
como la de un serafín áureo y meloso.
Mas sus blondas guedejas y su verde mirada
dejaron absorto a mi corazón doloroso:
eran los ojos y los cabellos de mi amada.
Suspiros y sueños de amor