Miguel Angel Garrido

REGRESO A LA CIUDAD

Las despedidas tienen brazos de hielo,

olor de flores muertas,

de promesas

que no se llegan nunca a escribir.

Ya sabes cómo son las cosas,

vienen

y van, no queda sombra ni recuerdo.

 

Quizá los tiempos nos han convertido

en los ropajes tristes, la piel muerta

que sigue siendo dulce

demorando la pasión. Cada calle

de nuestro amor no fue sino un destello,

una caricia rápida y fatal.

 

Uno escribe un poema,

habla de sí mismo,

trata de herir alguna soledad

dejando atrás promesas y abandono,

sombras que sienten frío al abrazarnos.

 

Bajo la luz de bares ya cerrados,

abro los ojos mientras cae la lenta

noche. Tal vez algún día comprenda

-con la paciencia eterna de los ríos

la soledad que habito.