Sacerdote querido y venerado,
paliativa ternura regalaba;
persuasivas palabras expresaba
ofreciendo el amor glorificado.
Cual guerrero divino y consagrado
compasiva actitud nos enseñaba,
su figura, que el cielo cobijaba,
era imagen del hombre no igualado.
El llevaba, de fe, la luz sagrada,
que le trajo de obsequio a nuestra gente;
y será la mas clara llamarada
que nos guíe con halo incandescente;
porque un día, con alma iluminada,
el sembró del amor la gran simiente.
Autor: Aníbal Rodríguez.