En el cementerio de todas mis vidas
los pozos vacíos con lirios de agua
reflejan la noche sin luna
donde no me atrevo a caminar
a través de las telarañas
por la fina capa de cristal.
El miedo a que desgarre,
otra vez, el hielo mi piel desnuda
y alcance a ver el fondo
de aquel cielo infinito de mi infancia.
Hay tumbas en espiral
formando un laberinto gris
y monstruos que nadie ha visto
desatan mis manías persecutorias.
El luto de las pérdidas
que todavía no he llorado
escrito en todos los rincones
y yo sigo llevando flores.
No puedes escaparte de las sombras,
sólo puedes atisbar
el reflejo en aquella tela inmóvil
dudando otra vez
si eres la araña
o también la presa.