Cuando el alma se agrieta
las noches son más frías,
el insomnio se cuelga en los párpados,
y el espíritu propio se detiene
en los espejos rotos
para ver el reflejo punzante
de los hematomas que invaden
el reverso de una piel.
El ruido no cesa y la lluvia es afilada;
pero cuando el cuerpo se transmuta
a una sola llaga,
el dolor se vuelve una opción,
y el ruido es sólo un cuervo
que puedes ahogar.
Es ahí donde decides,
si coexistir con el silencio
de un latido moribundo,
o resucitar.
La resurrección comienza
abriendo unos ojos nuevos.
h.r.ales
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