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**~Novela Corta - La Oscura HabitaciĆ³n - Parte II~**

Y él, Joaquín de la Montaña, apareció como si nada en otro cuerpo, pero, con su propia alma. Esperó por un tiempo, para vengar a su amor, a su ilusión y más, a su pasión. Él, sabía que no podía alejarse y mucho menos marcharse tan lejos, pues, les esperaba un tiempo en que sólo debía de vengar a la muchacha fea de sus oponentes hermosos. Y era él, el Joaquín de la Montaña, que debía de tomar el rol entre sus manos de gigante contra aquellos que se burlaron de la pobre muchacha, hasta hacer que se suicidara. Cuando de pronto, vió su cara reflejada en aquella silueta delgada, pero, proponente y con un carácter de doble filo. Cuando en la envergadura, de su opuesto cuerpo, sólo quedó su alma y su mente, dentro de aquél cremador. En que sólo el tiempo fue inocuo, devastador, y seriamente doloroso. Sólo, él, la recordaba con su eterna poesía, que aunque ella nunca pudo leer de su compilación, siempre estará presente en la mente de ese gran poeta el Joaquín de la Montaña. Y que decía así…




                 “Oh, hermosa de laureles en el corazón,

                  la hermosura radica en tí con toda razón,

                 tus palabras hacen que me llene de libertad,

                con tus gestos y dulce voz calma mi soledad,

                eres con ese rostro de niña el alma más inmensa de mujer,

                cuando por merecer te digo hoy que por pertenecer…,

                a tu vida estoy aquí abriendo surcos de lodo,

               para estar contigo el resto de mi vida,

              si para mí eres todo, como princesa,

              de un nuevo arcoiris que le das esa…

              pincelada de risa y de color y sin más heridas…”,



Recordó cuando grabó en su imaginación a ese dulce poema. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, cayó en redención lo que debía de automatizar en la espera de vengar a su amor a María Isabel. Se olvidó del “affair”de Frances, aquella francesa la cual le decía en francés… -“L’amour veut s’envoler”-. y él, le decía,  -“Yes, I can fly…”-, no la volvió a ver, de seguro se fue a Francia a hacer trabajos de oficinas. Mientras, que de los que se burlaron de María Isabel, los tenía contados, si fueron tres cabezas de chorlito. Se debió de haber enfriado el tiempo, pues, su cabeza y su alma, estaban dispuestas a pensar y a imaginar qué le vá a ocurrir a esos tres desgraciados que se burlaron de ella hasta hacer que se suicidara. Si era la muchacha de frente, la del colmado de frente la que le vendía pan, leche, queso y jamón. Y era ella, la que siempre le esperaba, a que él llegara con sus amigos de fiesta a su casa. Sí, era ella, María Isabel, la dulce y cándida muchacha de una belleza poco usual para las muchachas de su corta edad, pero, con un corazón gigante. Y era ella, la del café por las mañanas, la que repartía dulces y refrescos a los niños en el patio. Pero, ¿qué le ocurrió aquella noche de verano, cerca de la torre del parque aquel?. Cuando iba y venía con su compra hacia el colmado donde dejaría todo en la alacena, para revender en el colmado. ¿Qué le pasó?. Porque llega a su casa, fingiendo dolor de cabeza, y un tumulto de cosas que era para el colmado vender estaban llenas de arena del suelo. Y ella, con la cabeza escondida, no quiso dar detalles de ese conflictivo momento entre ella y quiénes. Y pum, se suicidó, tomó una soga y la colocó en la ventana y de ella se colgó. ¿Por qué una dulce joven con todo el camino y el destino por delante, se habrá suicidado?, se preguntaban todos en el vecindario, se tornó denso, hóstil y hasta un poco soberbio el momento. Y él, el Joaquín de la Montaña, sólo apresuró pasos, y se tornó duro y tosco y tan recio como la misma madera. Y enfrentó a uno de sus agresores, él, lo sabía todo, que fueron ellos los del parque a atemorizar a la muchacha, y a burlarse de ella por ser la más fea del vecindario. Pero, todo quedó en nada. El muchacho sólo asintió con la cabeza lo que no debió de haber hecho nunca. Sólo por ser de menos belleza, sólo le impactó el deseo de burlarse de ella. Cuando de pronto, se tornó inseguro e inestable, el instante en que ella, María Isabel se suicidó. Se sintió sola, abandonada, herida y sin Dios, destrozada por el vil y el cruel momento, en que ellos tres se burlaron de ella en frente de tanta gente. No pudo contener sus lágrimas, el sollozo le vino con calma, y más con un dolor que no pudo aguantar. La muchacha enclenque, delgada, y casi sin un suspiro, se dispone a levantarse del suelo, y todo porque uno de los burladores le arrojó todo lo que entre sus manos tenía al suelo. Se levanta, se limpia su traje de polvo y de suciedad y se dispone a entrar al colmado a su casa. Vé el colmado y se despide de él. Entra a su habitación y se dispone, a enjuagar sus trapos sucios de polvo y de sucio lodo. Y en vez de salir de la habitación, cuelga una soga de la ventana y se dice que estaba tan mal que se suicidó. Él, Joaquín de la Montaña, lo sabía todo, menos lo del suicidio, pues, él en su afán de amar a la muchacha, sólo él quería ver y contemplar a su rostro de igual envergadura y poder amar. Pero, algo frustró el destino o el camino o el futuro de él con ella. Y él, lo juró que la habría de vengar contra todo y todos aquellos que se burlaron de ella en aquel parque, en el cual, él fue testigo ocular de todo. Y sólo recordó su alma dentro de aquella persona del cremador una bella poesía que le contaría cuando estuvieran casados… y que decía así…

               



                 ¡Oh, bella luciérnaga de la oscura noche,

                  que alumbra con su resplandor en derroche,

                 cuando logras y llegas a mí en un sólo trasnoche,

                cuando me alumbras con tu poder la oscura noche,

                oh, bella y dulce como el dulce que no empalaga,

               porque todo te lo debo a tí, con dulce encanto y sin plaga,

               y todo porque eres como el río que luego llega al mar,

             dejando una estela de sensaciones buenas para amar…!,




Sólo él, Joaquín de la Montaña, la extrañaba más, cuando era hora del café en la tarde. Cuando en su cometido jugó un papel muy importante, y fue entrar a aquella habitación, donde se paseó el recuerdo de esa mujer que él amaba en total silencio. Y fue aquella oscura habitación con una vela encendida que pronto irrumpirá en un clandestino fuego devorador. Y fue que el silencio, lo evidenció, lo petrificó, y lo subyuga. Cuando en la manera de creer en el viento, cuando es sólo intacto lo que roza de él. Cuando en el ambigüo poder, se aferró a la manera en creer en la posibilidad de vengar a la muchacha del poder de la fealdad. Pero, no, no, no, creía en ese desfalco de poder. Cuando en la mañana se adentró a la oscura habitación y quiso recordarla así. En plena oscuridad y con una vela encendida que marcaba el inicio de su propio destino, y con una luz que verdaderamente era ella así, como la luz del nuevo amanecer que nunca vió junto a él, Joaquín de la Montaña. Nunca ella, supo que él la amaba, como ella a él. Pues, el destino arribó mal, y el camino se fue llenando de escombros sucios como en aquel lodo en que la muchacha cayó por tratar de burlarse de ella. Cuando en el instante se debió de creer en la manera de ver y de sentir y de percibir, lo que encierra el frío. Y era en aquella oscura habitación, la que el tiempo sólo dictó el pormenor de ver el triste desenlace de la muchacha y que él, Joaquín de la Montaña, extrañaba con mucho ímpetu. Lo que en el tiempo, sólo el deseo se fue a naufragar por la orilla donde crece la espuma y se hace más el frío de un total silencio. Pero, cuando quiso vengar a María Isabel, sólo quedó, pensando e imaginando.

 

Cuando el cremador, sólo quiso por casualidad visitar a aquel cuarto, aquella oscura habitación. Cuando el alma sólo quiso volar lejos como le decía Frances, -“L\'amour veut s’envoler”-. y él, le decía,  -“Yes, I can fly…”-, cuando yá sólo quería ir a la oscura habitación a imaginar y a pensar y a recordar. Y era él, el Joaquín de la Montaña, el que debería de ser el vengador de la muchacha de María Isabel. Cuando debió de entregar cuerpo y alma a la venganza, pero, algo muy inesperado sucumbió en la oscura habitación y fue aquella vela encendida que apagó su deseo y encendió el fuego devastador dejando unas frías cenizas entre aquella oscura habitación. Y recordó aquel poema inédito y de su autoría que decía así…



             “Ay, el amor es como un ave avaro,

              el que zumba y silba y trina su canto,

              con el amanecer y el sol hace su brillo caro,

             cuando en el sol se da lo que más encanto,

             es el amor, es el amor, es el amor, es el amor,

             es tan avaro que no comparte ni un sólo dolor,

            cuando crece lo que pertenece aquí en el clamor,

           es el amor tan avaro, como un pájaro al volar lejos,

           cuando en el alma, sólo el alma está en silencios…”,

 

Y se hallaba en aquella oscura habitación. Y entristeció de delirio y de pena, cuando en el alma se llenó de angustias y de desafíos sin poder culminar aquella venganza. Y era ella, María Isabel, la que debía de estar allí, y con él, pero, no. No estaba allí, ni ella, ni su alma ni su tiempo ni mucho menos su cuerpo. Cuando en el alma se llenó de ansiedades frías, y quiso ser el superhéroe, o como el mismo cielo, queriendo salvar el recuerdo o el alma de María Isabel en el mismo infierno. Y quiso volar lejos, pero, quedó como ese poema, con su alma en silencios, y el amor como un mismo avaro queriendo amar hasta el mismo final. 



Continuará…………………………………………………………………………..